Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer
La RAE ha decidido llamar la atención a las guías de lenguaje no sexista publicadas en los últimos años por diversas instituciones. En este artículo, escrito por Ignacio Bosque y suscrito por 26 académicos de número, se sostiene que, si bien existen usos verbales sexistas, las recomendaciones de dichas guías difunden usos ajenos a las prácticas de los hablantes
También conculcan normas gramaticales, anulan distinciones necesarias y obvian la realidad de que no hay discriminación en la falta de correspondencia entre género y sexo
1. En los últimos años se han publicado en España
numerosas guías de lenguaje no sexista. Han sido editadas por
universidades, comunidades autónomas, sindicatos, ayuntamientos y otras
instituciones. Las que identifico con siglas o abreviaturas en la relación que aparece al final constituyen tan solo una muestra de ese extenso catálogo. Antepondré un guion a la página citada: MUR-8, UPM-10, UGT-14, etc.
2. La mayor parte de estas guías han sido escritas sin la participación de los lingüistas. Constituye una importante excepción MAL,
que contiene abundante bibliografía. Esta es la guía más completa de
las nueve, y también la menos radical en sus propuestas. Cabe pensar que
los responsables o los impulsores de las demás guías entienden que no
corresponde a los lingüistas determinar si los usos verbales de los
hispanohablantes son o no sexistas. Aunque se analizan en ellas no pocos
aspectos del léxico, la morfología o la sintaxis, sus autores parecen
entender que las decisiones sobre todas estas cuestiones deben tomarse
sin la intervención de los profesionales del lenguaje, de forma que el
criterio para decidir si existe o no sexismo lingüístico será la
conciencia social de las mujeres o, simplemente, de los ciudadanos
contrarios a la discriminación. Ha trascendido a la prensa recientemente
el malestar de los profesores de Lengua Española de la Universidad de
Murcia ante la guía de lenguaje no sexista que esta institución elaboró (MUR, en la lista final) sin contar con su participación o recabar siquiera su parecer.
Se ha señalado en varias ocasiones que los textos a los que me
refiero contienen recomendaciones que contravienen no solo normas de la
Real Academia Española y la Asociación de Academias, sino también de
varias gramáticas normativas, así como de numerosas guías de estilo
elaboradas en los últimos años por muy diversos medios de comunicación.
En ciertos casos, las propuestas de las guías de lenguaje no sexista
conculcan aspectos gramaticales o léxicos firmemente asentados en
nuestro sistema lingüístico, o bien anulan distinciones y matices que
deberían explicar en sus clases de Lengua los profesores de Enseñanza
Media, lo que introduce en cierta manera un conflicto de competencias.
No hay, desde luego, ilegalidad alguna en las recomendaciones sobre
el uso del lenguaje que se introducen en esas guías, pero es fácil
adivinar cuál sería la reacción de las universidades, las comunidades
autónomas, los ayuntamientos o los sindicatos si alguna institución
dirigiera a los ciudadanos otras guías de actuación social sobre
cuestiones que competen directamente a esos organismos, y, más aún, que
lo hiciera sin consultar con ellos y sin tener en cuenta sus puntos de
vista, cuando no despreciando abiertamente sus criterios.
3. Las nueve guías que menciono poseen numerosos
puntos en común. También existen algunas diferencias entre ellas,
relativas sobre todo al grado de detalle con el que explican los
fenómenos gramaticales o léxicos. De las nueve guías que menciono, MAL es la única que acepta el uso no marcado (más comúnmente llamado genérico) del masculino, como en El trabajador debe exigir sus derechos (MAL-29) o en El alumno deberá asistir puntualmente a clase (MAL-32),
donde admite que “el masculino es extensivo a las mujeres”. Esta guía
se limita a censurar “el uso abusivo del masculino genérico” (MAL-47), mientras que las demás no aceptan su empleo y recomiendan evitarlo en todos los casos.
Entre los aspectos que comparten las guías de lenguaje no sexista
destaca sobre todo una argumentación implícita que me parece demasiado
obvia para ser inconsciente. Consiste en extraer una conclusión
incorrecta de varias premisas verdaderas, y dar a entender a
continuación que quien niegue la conclusión estará negando también las
premisas.
La primera premisa verdadera es el hecho cierto de que existe la
discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad. Son alarmantes, en
efecto, las cifras anuales de violencia doméstica, y se siguen
registrando situaciones de acoso sexual no siempre atendidas debidamente
por las autoridades competentes. Existen todavía diferencias salariales
entre hombres y mujeres. Se atestiguan también diferencias en el trato
personal en el trabajo, que a veces se extienden al grado de
capacitación profesional exigible en la práctica, así como a las
condiciones requeridas para acceder a puestos de responsabilidad. Además
de en el mundo laboral, existe desigualdad entre hombres y mujeres en
la distribución de las tareas domésticas. Es también real el sexismo en
la publicidad, en la que la mujer es considerada a menudo un objeto
sexual. Son igualmente verdaderas las actitudes paternalistas que
algunos hombres muestran hacia las mujeres, sea dentro o fuera del
trabajo, y son asimismo objetivos otros muchos signos sociales de
desigualdad o de discriminación que las mujeres han denunciado
repetidamente en los últimos años.
La segunda premisa, igualmente correcta, es la existencia de
comportamientos verbales sexistas. El lenguaje puede usarse, en efecto,
con múltiples propósitos. Puede emplearse para describir, ordenar,
preguntar, ensalzar o insultar, entre otras muchas acciones, y, desde
luego, también puede usarse para discriminar a personas o a grupos
sociales. Este hecho ha sido destacado por los lingüistas en numerosas
ocasiones, incluso aplicándolo al caso específico de las mujeres, como
explicaré en este mismo texto.
La tercera premisa verdadera es el hecho de que numerosas
instituciones autonómicas, nacionales e internacionales han abogado por
el uso de un lenguaje no sexista. En casi todas las guías que menciono
se alude, en efecto, a la abundante legislación que propugna abolirlo.
Algunas revistas científicas internacionales piden actualmente a los
investigadores que no usen únicamente la inicial del nombre de pila en
las citas bibliográficas de sus trabajos, ya que se ha constatado cierta
tendencia a considerar, por defecto, que el autor de la obra citada en
tales casos es un varón, en lugar de una mujer. Existen otras muchas
medidas sociales surgidas en los últimos años, igualmente destinadas a
evitar situaciones de discriminación hacia las mujeres.
La cuarta premisa, casi un corolario de las anteriores, es igualmente
correcta. Es necesario extender la igualdad social de hombres y
mujeres, y lograr que la presencia de la mujer en la sociedad sea más
visible. Hago notar que las palabras visible, visibilidad, invisibilidad, visibilizar o visibilización están presentes en las nueve guías que he mencionado.
De estas premisas correctas, en cierta forma subsumidas en la última,
se deduce una y otra vez en estas guías una conclusión injustificada
que muchos hispanohablantes (lingüistas y no lingüistas, españoles y
extranjeros, mujeres y hombres) consideramos insostenible. Consiste en
suponer que el léxico, la morfología y la sintaxis de nuestra lengua han
de hacer explícita sistemáticamente la relación entre género y sexo, de
forma que serán automáticamente sexistas las manifestaciones verbales
que no sigan tal directriz, ya que no garantizarían “la visibilidad de
la mujer”. En este punto coinciden todas las guías, aun cuando se
diferencian en el énfasis que ponen en la conclusión alcanzada. Si no se
acepta el razonamiento, se estará impidiendo al lenguaje “que
evolucione de acuerdo con la sociedad” (GRAN-1),
de forma que mantendremos una serie de “hábitos que [lo] masculinizan
[…], lo que expulsa a las mujeres del universo simbólico” (CCOO-6).
Caeremos, en suma, en el “pensamiento androcéntrico, ya que la
utilización de esta forma de lenguaje nos hace interpretar lo masculino
como lo universal” (UPM-10).
4. Como la primera premisa no afecta a cuestiones
lingüísticas, no me detendré en ella. Apuntaré tan solo que, si bien no
está en discusión que sigue existiendo en nuestra sociedad
discriminación hacia la mujer, sí existe discrepancia entre las mujeres
acerca de cuáles son exactamente las medidas que la evitarían. A manera
de ilustración, indicaré tan solo que conozco mujeres (algunas,
sumamente prestigiosas) que consideran ofensivo el establecimiento de
cuotas que regulen su acceso a puestos de responsabilidad, sea en el
número de ministras o de directoras generales que deben formar parte del
Gobierno, el de catedráticas que deben enseñar en una determinada
universidad, el de miembros femeninos de un comité o de un jurado o el
de cirujanas de un hospital. No deseo entrar a valorar esta cuestión
polémica ni, en general, la pertinencia de los llamados “criterios de
paridad”. Si menciono estos ejemplos, relativos a la existencia de
discrepancias entre las mujeres acerca de lo que es o no es socialmente
discriminatorio, es porque en las guías que examino no se muestran
discrepancias en relación a lo que es o no es verbalmente sexista (de
nuevo, con la posible excepción de MAL).
No solo no se percibe ninguna duda en sus redactores a la hora de
discriminar los usos verbales sexistas de los no sexistas, sino que se
confunde, no sé si ingenua o deliberadamente, el verdadero sexismo
verbal, que he identificado en la segunda de mis cuatro premisas
correctas, con la alarma infundada ante voces y construcciones
sintácticas que mostrarían un uso supuestamente sexista del lenguaje.
Las muestras de tal confusión son abundantes. Hay, efectivamente, sexismo en el ejemplo Los directivos acudirán a la cena con sus mujeres (UGT-7),
precisamente porque el masculino engloba en su designación a varones y
mujeres, pero los autores de esa guía entienden que tan sexista es usar
esta frase como emplear los trabajadores de la empresa (UGT-11)
con la intención de aludir a trabajadores y trabajadoras. Tan sexista
les parece el preguntar a una mujer si es señora o señorita (UGT-13) como escribir (UGT-10) Todos tenemos sentimientos, en lugar de Las personas tenemos sentimientos. En cuanto a MAL, considera, correctamente, que son sexistas frases como En el turismo accidentado viajaban dos noruegos con sus mujeres (MAL-72), pero recomienda a la vez escribir Los gerentes y las gerentas revisarán las solicitudes presentadas hasta la fecha (MAL-81), puesto que entiende que usar únicamente los gerentes podría ser discriminatorio con la mujer.
En general, el rechazo a toda expresión del masculino destinada a abarcar los dos sexos es marcadísimo en las guías. VAL considera sexista escribir los valencianos (VAL-15) y todos los ciudadanos (frente a toda la ciudadanía); UNED rechaza los becarios (UNED-6) y propone en su lugar las personas becarias; y AND considera discriminatorio escribir número de parados (AND-36), en lugar de número de personas sin trabajo.
En su ya antiguo libro ¿Es sexista la lengua española?
(Barcelona, Paidós, 1994), Álvaro García Meseguer analizaba
pormenorizadamente estas confusiones. Explicaba (pág. 58) por qué son
claramente sexistas frases como Hasta los acontecimientos más
importantes de nuestra vida, como elegir nuestra esposa o nuestra
carrera, están determinados por influencias inconscientes, ya que
introducen una marcada perspectiva androcéntrica en una afirmación
general sobre los seres humanos. Justificaba asimismo por qué es sexista
—acaso más llamativamente aún (pág. 60)— uno de los versos de la famosa
canción Libertad sin ira, popularizada en España en los años de la Transición por el grupo Jarcha: Gente que solo busca su pan, su hembra, su fiesta en paz. Este autor añadió muchos más ejemplos de esta confusión en El español, una lengua no sexista
(trabajo publicado en Internet), y otros lingüistas han insistido en
ella. Explicaba García Meseguer que son sexistas, y por tanto
discriminatorias, frases como Los ingleses prefieren el té al café, como prefieren las mujeres rubias a las morenas,
pero también aclaraba que no lo es, en cambio, formar construcciones
genéricas con artículos determinados o cuantificadores en masculino,
como en Todos los que vivimos en una ciudad grande.
Aplicando el verbo visibilizar en el sentido que recibe en
estas guías, es cierto que esta última frase “no visibiliza a la mujer”,
pero también lo es que las mujeres no se sienten excluidas de ella. Hay
acuerdo general entre los lingüistas en que el uso no marcado (o uso genérico)del
masculino para designar los dos sexos está firmemente asentado en el
sistema gramatical del español, como lo está en el de otras muchas
lenguas románicas y no románicas, y también en que no hay razón para
censurarlo. Tiene, pues, pleno sentido preguntarse qué autoridad
(profesional, científica, social, política, administrativa) poseen las
personas que tan escrupulosamente dictaminan la presencia de sexismo en
tales expresiones, y con ello en quienes las emplean, aplicando quizá el
criterio que José A. Martínez ha llamado despotismo ético en su excelente libro El lenguaje de género y el género lingüístico (Universidad de Oviedo, 2008). No debe olvidarse que los juicios sobre nuestro lenguaje se extienden a nosotros mismos.
5. Algunos de los responsables de las guías que
comparo responderían a la pregunta que acabo de formular afirmando que
la autoridad que se les reclama no es académica, ya que procede de su
sensibilidad ante la discriminación de la mujer en el mundo moderno. El
argumento es insostenible, puesto que califica arbitrariamente de
sexista al grupo —absolutamente mayoritario— de mujeres y hombres con
una sensibilidad diferente. Si “el uso del masculino con valor genérico
implica un trato lingüístico discriminatorio” (CCOO-24),
¿cómo han de reaccionar las mujeres que no perciben en él tal
discriminación? En efecto, ¿qué se supone que ha de pensar de sí misma
una mujer que no se sienta excluida de la expresión Se hará saber a todos los estudiantes que… por mucho que la Generalitat Valenciana (VAL-28)
le diga que la están discriminando? Las guías que analizo son poco
flexibles en este punto. Pareciera que se quiere dar a entender que la
mujer que no perciba irregularidad alguna en el rótulo Colegio Oficial de Psicólogos de Castellón, y que (a diferencia de VAL-37) no considere conveniente cambiarlo por Colegio Oficial de Psicólogos y Psicólogas de Castellón, debería pedir cita para ser atendida por los miembros de dicha institución.
He tenido la oportunidad de revisar recientemente una selección de
textos de Soledad Puértolas, Maruja Torres, Ángeles Caso, Carmen
Posadas, Rosa Montero, Almudena Grandes, Soledad Gallego-Díaz, Ángeles
Mastretta, Carmen Iglesias y Margarita Salas, y puedo asegurar que
ninguna de estas mujeres sigue las directrices contra el supuesto
sexismo verbal que se propugnan en las guías que estoy comentando. Como
sería absurdo cargar de citas este artículo, voy a mencionar un solo
ejemplo, que me parece ilustrativo.
Margarita Salas pronunció la conferencia inaugural del curso
2005-2006 en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Se
titulaba Experiencias de una vida dedicada a la investigación científica.
En este texto, accesible en Internet, Salas explica las dificultadas
sociales que tuvo que vencer en sus primeros años de investigadora. Hace
en él una encendida defensa de la igualdad profesional y laboral de
hombres y mujeres, y en particular de la necesidad de que la mujer
acceda a puestos de responsabilidad en el mundo de la universidad, la
política, la empresa y la investigación con igualdad de deberes y
derechos respecto de los hombres. Solo a los redactores de las guías que
menciono les sorprenderá que se incluya a sí misma en la referencia del
sustantivo masculino científicos (“Yo creo que los científicos
tenemos la obligación de hacer una difusión de la ciencia asequible,
pero rigurosa”); que no intente excluir a las mujeres cuando habla de
“los 40 doctorandos que se han formado en mi laboratorio”; que no
pretenda dejar fuera a las niñas cuando explica que “un aspecto muy
importante para la participación de la mujer en el mundo profesional es
que haya facilidades para el cuidado de los niños”, ni tampoco a sus
amigas cuando, al final de su conferencia, agradece a sus amigos su
apoyo y su amistad a lo largo de su vida.
Se me ocurre preguntar ahora a los responsables de las guías
mencionadas qué quiere decir exactamente que este texto abunda en rasgos
de sexismo lingüístico. La pregunta se podría aplicar igualmente a los
textos de decenas, seguramente centenares, de escritoras, periodistas,
científicas o artistas, entre otras muchas representantes de la cultura,
el arte o la ciencia, firmemente comprometidas con la defensa de los
derechos de la mujer, además, por supuesto, de a los innumerables textos
de varones que compartan esos mismos principios e ideales, y que
tampoco aplican las recomendaciones lingüísticas de las guías de
lenguaje no sexista.
6. La RAE y la ASALE explican (Nueva gramática de la lengua española,
Madrid, Espasa, 2009, § 2.2) que el desdoblamiento en la coordinación
al que he hecho referencia puede tener sentido en ciertos contextos,
como en No tiene hermanos ni hermanas y en otros ejemplos que
allí se proporcionan. También se aclara que existen otros recursos
lingüísticos que pueden deshacer fácilmente los casos de posible
ambigüedad o de falta de precisión en la referencia a grupos de
personas. Pero lo que en estas guías se entiende, de manera poco
justificada, es que hay siempre discriminación en las expresiones
nominales construidas en masculino con la intención de abarcar los dos
sexos. Proponen, pues, que debe sustituirse Los afectados recibirán una indemnización (VAL-26) por Los afectados, hombres y mujeres, recibirán una indemnización,
ya que las mujeres afectadas que lean la primera variante entenderán (o
quizá tendrán que entender, quieran o no, en función del despotismo
ético al que me he referido) que no corresponde a ellas el resarcimiento
que se anuncia.
Nadie considera controvertida la propuesta de extender la formación
de pares morfológicos a los nombres de profesiones y cargos (ingeniero-ingeniera,
etc.), hoy universalmente aceptada. Aun así, no parecen admitir estas
guías que una profesional de la judicatura pueda elegir entre ser jueza o
ser juez, ni que una licenciada en Medicina pueda escoger entre ser
llamada médica o médico, a pesar de que se ha
constatado en múltiples casos que existen preferencias geográficas,
además de personales, por una u otra denominación.
En la guía que patrocina la Junta de Andalucía se critica a la RAE (AND-40)
porque en su edición de 1984 todavía aparecían sustantivos sin
desdoblar en el Diccionario Académico. No negaré que las críticas
retrospectivas tienen sentido como parte de la historia de las ideas
sociales (entre ellas, las lingüísticas), pero tampoco que a algunos
parece molestarles que la RAE actualice sus obras con el curso de los
años, ya que esta modernización los va privando de argumentos para
criticarla.
7. Los lectores curiosos e interesados que lean con
atención las guías de lenguaje no sexista se formularán un gran número
de preguntas lingüísticas, pero me temo que buscarán inútilmente las
respuestas entre sus páginas (de nuevo, con la posible excepción de MAL). El lector de estas guías habrá aprendido, en efecto, que es sexista decir o escribir El que lo vea (MUR-4) en lugar de Quien lo vea; que también lo es la expresión Los futbolistas (AND-37) en lugar de Quienes juegan al fútbol; que no debe hablarse de los requisitos exigidos para acceder a plazas de Profesores no Asociados (UNED-5), sino de los requisitos exigidos para acceder a las plazas de Profesorado no Asociado; que un periodista no debe escribir Los españoles irán a las urnas el próximo domingo, sino La población española irá a las urnas el próximo domingo (VAL-24), y que en la redacción de los convenios colectivos deben evitarse expresiones como permiso para acudir a la consulta del médico (CCOO-52), puesto que este uso discrimina a las médicas.
Una vez que haya asimilado todas estas directrices, el lector se preguntará probablemente si es o no sexista usar el adjetivo juntos, masculino plural, en la oración Juan y María viven juntos. Como este adjetivo “no visibiliza el femenino”, en este caso el género del sustantivo María, es de suponer que esta frase es sexista. Tal vez el que la construyó debería haber dicho …viven en compañía para no ser discriminatorio con las mujeres. Pero, ¿qué hacer si el predicado fuera …están contentos, …están cansados o …viven solos? ¿Deberían tal vez usarse en estos contextos adjetivos que no hagan distinción en la concordancia de género, como alegres o felices, o locuciones que no la requieran, como en soledad? De nuevo, ninguna respuesta.
¿Será o no sexista el uso de la expresión el otro en la secuencia Juan y María se ayudan el uno al otro en lo que pueden?
Como esta expresión tampoco visibiliza el femenino en la concordancia,
cabe pensar que esta frase también es sexista. Si a un hombre o una
mujer se le escapa la frase Ayer estuvimos comiendo en casa de mis padres, ¿estará siendo sexista? Seguramente sí, se dirá, puesto que el sustantivo padres
designa aquí al padre y a la madre conjuntamente. Como se sabe, el
español no posee un término particular para estos usos, a diferencia del
inglés, el francés o el alemán, entre otras lenguas. Así pues, el
sustantivo padres tampoco visibiliza a la mujer, a pesar de que
la abarca en su designación. Pero, si hay que evitar estas expresiones,
por sexistas, tampoco podremos usar los reyes, mis tíos o sus suegros para designar parejas (ni tus primos
para referirse a grupos), ya que la anulación de la visibilidad de la
mujer se extiende a todas ellas. ¿Debería entonces pedirse a la RAE que
expulsara estas voces de su diccionario (padre: 9. pl. El padre y la madre, DRAE) y de su gramática (Nueva gramática, § 2.2l)?
Hace unas semanas pregunté a mis alumnas de sintaxis de la Universidad Complutense si aceptaban la oración Nadie estaba contenta.
Ninguna contestó afirmativamente. Como antes, una opción es pensar que
la RAE debería darla por buena, fomentar su uso y contribuir con ello a
la visibilidad de la mujer en el lenguaje. Otra opción, que algunos
consideramos preferible, sería entender que la irregularidad de esta
frase no está en la sociedad, sino en la sintaxis. Nos parece natural,
en efecto, ¿Quién estaba contenta? porque interpretamos un complemento partitivo tácito (¿Quién de ellas?), mientras que rechazamos Nadie estaba contenta porque este complemento se rechaza igualmente en ese caso (es decir, no decimos Nadie de ellas).
Aun cuando dejáramos de lado estas cuestiones sintácticas sutiles,
seguiría siendo pertinente la simple pregunta de dónde fijar los límites
ante el “problema de la visibilidad de la mujer en el lenguaje”. Si la
mujer ha de sentirse discriminada al no verse visualizada en cada
expresión lingüística relativa a ella, y al parecer falla su conciencia
social si no reconoce tal discriminación, ¿cómo establecemos los límites
entre lo que su conciencia debe demandarle y el sistema lingüístico que
da forma a su propio pensamiento? Si no estamos dispuestos a aceptar
que es la historia de la lengua la que fija en gran medida la
conformación léxica y sintáctica del idioma, ¿cómo sabremos dónde han de
detenerse las medidas de política lingüística que modifiquen su
estructura para que triunfe la visibilidad?
Consideremos, a título de ejemplo, el caso de los animales. ¿Debemos
entender tal vez que es correcto discriminar a las hembras en
expresiones tan comunes como los perros, los gatos, los lobos o los jabalíes,
o hemos de interpretar, por el contrario, que no es preciso que el
género tenga aquí correspondencia con el sexo? Los que elijan esta
última opción ¿habrían de argumentar tal vez que los animales no tienen
dignidad, y que este es el factor que determina la visibilidad
morfológica? De nuevo, ¿cuál es el límite?
A los que respondan que no conviene llevar las normas o las reglas
gramaticales a sus extremos, habría que recordarles que las normas
gramaticales no tienen extremos. Se formulan de cierta manera y se
aplican en función de ciertos criterios léxicos, morfológicos o
sintácticos que deben expresarse con claridad. Se dice en algunas guías
(por ejemplo, en CCOO-24) que los críticos del desdoblamiento léxico (ciudadanos y ciudadanas,
etc.) construyen deliberadamente ejemplos recargados con el solo
propósito de ridiculizar, a menudo en periódicos o en blogs, a quienes
proponen dicho recurso visibilizador. Pero los fragmentos de la
constitución de la República Bolivariana de Venezuela que oportunamente
cita Ignacio M. Roca en el Boletín de la Real Academia Española (tomo 89, 2009, pág. 78), no constituyen ejemplos inventados por periodistas o escritores:
«Sólo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra
nacionalidad podrán ejercer los cargos de Presidente o Presidenta de la
República, Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva,
Presidente o Presidenta y Vicepresidentes o Vicepresidentas de la
Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de
Justicia, Presidente o Presidenta del Consejo Nacional Electoral,
Procurador o Procuradora General de la República, Contralor o Contralora
General de la República, Fiscal General de la República, Defensor o
Defensora del Pueblo, Ministros o Ministras de los despachos
relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía y minas,
educación; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o Alcaldesas de los
Estados y Municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley
Orgánica de la Fuerza Armada Nacional.»
«Para ejercer los cargos de diputados o diputadas a la Asamblea
Nacional, Ministros o Ministras; Gobernadores o Gobernadoras y Alcaldes o
Alcaldesas de Estados y Municipios no fronterizos, los venezolanos y
venezolanas por naturalización deben tener domicilio con residencia
ininterrumpida en Venezuela no menor de quince años y cumplir los
requisitos de aptitud previstos en la ley.»
De hecho, tales desdoblamientos múltiples se proponen a menudo como ejemplos en estas mismas guías. La de la UNED considera que no debe decirse Los funcionarios interinos que hayan trabajado entre el 8 de julio y el 7 de enero […], sino (UNED-5) Los funcionarios y funcionarias interinos e interinas que hayan trabajado entre el 8 de julio y el 7 de enero […]. También propone (UNED-8) como modelo de redacción frases como […] foros y chats, para que el/la estudiante pueda comunicarse con el equipo docente, los/las tutores/as y los/las compañeros/as…, así como En estos centros las tutoras y los tutores actuarán como guías y asesores de las alumnas y los alumnos (UNED-10), con aparente discriminación de las asesoras. En MAL-70 se sugiere como pauta El/la avalado/a está obligado/a a comunicar a el/la avalista dicha circunstancia.
8. Un buen paso hacia la solución del “problema de
la visibilidad” sería reconocer, simple y llanamente, que, si se
aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más
estrictos, no se podría hablar. Mucho me temo, sin embargo, que las
propuestas no estén hechas para ser adaptadas al lenguaje común. Unas
veces se dice expresamente en las guías, pero otras queda tan solo
sobrentendido: se supone que los cambios que se solicitan han de afectar
únicamente al lenguaje oficial. Se aplicarían, pues, a los textos
legales o administrativos (lengua escrita) y a los discursos públicos,
las declaraciones, las ruedas de prensa y otras manifestaciones de la
lengua oral. Dicho de una manera más clara: se ve como algo enteramente
natural que la autoridad, el responsable o el gestor que desdobla usuarios y usuarias o ciudadanos y ciudadanas
se olvide de su desdoblamiento cuando ya no esté delante de un
micrófono o de una cámara. Una vez abandone la tribuna o el estudio de
grabación, dirá que “va a cenar con unos amigos”, sin intención de
excluir a las mujeres, o que “tiene que ir al colegio a recoger a sus
hijos”, sin que hayamos de suponer que no tiene hijas. Hablará, en una
palabra, como todo el mundo.
No me parecen insignificantes las implicaciones que conlleva la
aceptación de este sorprendente cambio de registro. Precisamente ahora
que se trabaja para que el lenguaje de los textos jurídicos se acerque
en alguna medida al español común, las propuestas para “visibilizar a la
mujer” en el idioma parecen encaminarse en el sentido opuesto. Se
trata, al parecer, de lograr que el lenguaje oficial se diferencie aún
más del real. A los tan denostados eufemismos de los políticos y los
economistas, que enmascaran o edulcoran, como sabemos, tantos aspectos
de la realidad, parece que ha de agregarse ahora un nuevo código
artificial, ajeno al lenguaje común, constituido por nuevos
circunloquios, restringidos —como antes— al mundo oficial. A la vez, se
acepta paradójicamente su propia artificiosidad al reconocer
implícitamente que no tienen aplicación en la lengua de todos los días.
Pero existen razones para la esperanza. Observo, por ejemplo, que la
Junta de Andalucía no sigue tan estrictamente en su Boletín Oficial
(BOJA) las normas antisexistas que proponen sus consejerías. Abro al
azar el BOJA y leo: "Emplácese a cuantos aparecen como interesados en el expediente, a fin de que puedan personarse en legal forma como demandados
en el plazo de nueve días ante el órgano jurisdiccional" (BOJA, 7 de
enero de 2009, pág. 55). A estas tres infracciones en tan pocas líneas
se suman otras muchas en otros números del BOJA, y aun en este que cito.
En el mismo sentido, el título del informe nº 247/2012 de la
Federación Regional de Enseñanza de Comisiones Obreras de Madrid (Sector
Universidad) contiene dos supuestas infracciones a las pautas que
estipula este sindicato: Los defensores universitarios dan la razón a los trabajadores.
En sus páginas aparecen asimismo varios usos del masculino en su uso no
marcado, y no encuentro en ellas ni un solo grupo nominal desdoblado (ya no somos los únicos en defender […]; la atención a los estudiantes; el legítimo derecho de los empleados públicos, etc.). Lo mismo cabe decir de los documentos de la UGT (un ejemplo, entre otros muchos, es la Carta de derechos de los trabajadores en paro del 2-12-2010). No he sido capaz, por otra parte, de encontrar un solo documento de CCOO o de UGT en el que aparezca la expresión desdoblada empresarios y empresarias.
Es de suponer que los que redactaron todos estos textos, y otros
análogos emitidos por las mismas instituciones que patrocinan las guías
de lenguaje no sexista, probaron antes la versión alambicada de sus
escritos, y —quizá después de algunas dudas—, optaron, con buen
criterio, por sacrificar la visibilidad a la naturalidad y a la
eficacia
.
9. Nadie pone hoy en cuestión que la labor que
llevan a cabo los profesores de Lengua en la Enseñanza Media constituye
una parte esencial de la educación de nuestros jóvenes. Entre sus
múltiples tareas está la de conseguir que adquieran cierta soltura en el
uso del idioma, distingan matices léxicos y gramaticales, y sean
capaces de hablar y escribir con corrección. El profesor de Lengua
deberá decidir, como es lógico, qué normas explica en sus clases. Habrá
de pensar si recomienda a sus alumnos que escriban l@s niñ@s (como se sugiere en AND-37), l@s actores/as normalmente involucrad@s (como se propone en UGT-33) y alumn@s o funcionari@s (como se recomienda en UPM-17),
o deberá, por el contrario, pedir a sus alumnos que eviten estas
expresiones, tal como recomienda la RAE, junto con todas las gramáticas
normativas y los manuales de estilo de los medios de comunicación.
En la guía de Comisiones Obreras se explica (CCOO-65,
nota 24) que la arroba es un signo “que no es reconocido en este uso no
sexista por los dispositivos lectores que emplean las personas con
discapacidad visual”. A pesar de ello, constituye “un recurso posible y
efectivo cuando no se quiere marcar el género”. De hecho, parece sugerir
que se emplee también en rótulos, y propone el ejemplo Acceso Delegad@s.
Solo una de las nueve guías que cito recomienda evitar la arroba como
signo lingüístico en todos los contextos. Aun así, no propone sustituir L@s niñ@s vendrán a clase con ropa cómoda (MAL-88) por el equivalente con los niños, sino con las niñas y niños o con los/as niños/as.
La elección del profesor de Lengua afecta, desde luego, a otros
muchos aspectos. Deberá decidir si recomienda que sus alumnos escriban Los/las trabajadores/as, como hace la UGT (UGT-11)
o si les enseña a evitar este uso. Cuando explique en clase los
sustantivos colectivos y los abstractos ¿deberá tener en cuenta que no
equivalen siempre a los plurales? La Universidad de Murcia (MUR-4) proporciona una lista de “términos que hacen referencia tanto a hombres como a mujeres”. En esta lista aparecen alumnado, profesorado y clientela, pero también adolescencia, licenciatura, coordinación, infancia, niñez, ingeniería, vejez y jefatura, términos que se proponen como sustitutos de los nombres de persona. La Universidad Politécnica (UPM-12) recomienda usar las tutorías en lugar de los tutores; la Generalitat Valenciana hace equivaler (VAL-23) el alcalde a la alcaldía, y la Universidad de Granada (GRAN-6) entiende que este tipo de sustituciones “facilitarán la escritura sin romper la estética del texto”. MAL
es la única guía que actúa con cierta cautela: “Estos listados son
orientativos y no deben interpretarse como soluciones válidas en todos
los contextos” (MAL-52).
No es preciso, desde luego, ser lexicógrafo para intuir que la niñez no equivale a los niños,
y, en general, que, si existen contextos en que alguno de estos
sustantivos abstractos equivalga a un colectivo de persona, están
sumamente restringidos. En ciertos casos, los nombres colectivos de
persona (ninguno de los cuales “visibiliza a la mujer”) no designan en
español dos grupos de individuos de distinto sexo. Así, el que dirige un
colegio podría tal vez usar la expresión mi profesorado para
aludir al conjunto de profesores y profesoras que trabajan en él, pero
el que quiere referirse al conjunto de profesores y profesoras que ha
tenido en su vida no podrá usar mi profesorado, pero sí mis profesores. En UPM-12 se hace notar que, como es sexista la presencia del artículo los en los interventores, habrá que sustituir esa expresión por quienes intervengan. Poco parece importar a los autores de la guía el que las dos fórmulas no sean necesariamente equivalentes.
En la mayor parte de las guías que cito se recomienda omitir, siempre
que sea posible, los artículos masculinos para evitar el uso no marcado
de este género. Para la Universidad de Granada (GRAN-7) es sexista la frase Los jóvenes y los ancianos están siempre de acuerdo, de forma que el sexismo desaparecería suprimiendo el artículo: Jóvenes y ancianos están siempre de acuerdo. La Universidad de Murcia recomienda (MUR-4) no usar expresiones como Va dirigido a los estudiantes de último curso, y aconseja emplear en su lugar Va dirigido a estudiantes de último curso.
Pero, como es obvio., el profesor de Lengua Española debería aclarar en
sus clases que la supresión del artículo da lugar unas veces a
secuencias anómalas, y otras muchas a notables cambios de sentido. El
que dice Conozco a los especialistas en esta cuestión está diciendo que los conoce a todos, mientras que, si dice Conozco a especialistas en esta cuestión,
está diciendo que conoce a algunos (que podrían, como antes, ser
hombres o mujeres). Las gramáticas del español suelen explicar estas
diferencias con detalle.
¿Es todo esto demasiado sutil? ¿Se le está diciendo al profesor que
en sus clases de Lengua debe prescindir de los matices y que ha de
anular cuantas diferencias sintácticas o léxicas sean necesarias para
que prevalezca la visibilidad? Me parece que el conflicto de
competencias al que aludía al principio no es tanto un problema legal
cuanto una cuestión de responsabilidad profesional. También es, por
consiguiente, un problema de conciencia
.
10. Llama la atención el que sean tantas las
personas que creen que los significados de las palabras se deciden en
asambleas de notables, y que se negocian y se promulgan como las leyes.
Parecen pensar que el sistema lingüístico es una especie de código civil
o de la circulación: cada norma tiene su fecha; cada ley se revisa, se
negocia o se enmienda en determinada ocasión, sea la elección del
indicativo o del subjuntivo, la posición del adjetivo, la concordancia
de tiempos o la acepción cuarta de este verbo o aquel sustantivo.
Nadie niega que la lengua refleje, especialmente en su léxico,
distinciones de naturaleza social, pero es muy discutible que la
evolución de su estructura morfológica y sintáctica dependa de la
decisión consciente de los hablantes o que se pueda controlar con normas
de política lingüística. En ciertos fenómenos gramaticales puede
encontrarse, desde luego, un sustrato social, pero lo más probable es
que su reflejo sea ya opaco y que sus consecuencias en la conciencia
lingüística de los hablantes sean nulas. Así, el hecho de que tothom (literalmente, ‘todo hombre’) signifique ‘todos, todo el mundo’ en catalán no parece molestar a las catalanas. El indefinido omne (de lat. hominem)
se usaba en castellano medieval con el sentido de ‘uno, cualquiera’.
Esta forma de crear indefinidos pervivió en alemán y en francés, entre
otros idiomas. El indefinido alemán man (‘alguien, uno’) se pronuncia como el sustantivo Mann (‘hombre’), y no se diferenciaba de él en la lengua antigua. Cualquier alemán, hombre o mujer, reconoce que hay relación entre man y Mann cuando dice, por ejemplo, Das sagt man (‘Eso dicen’). Es algo mayor la diferencia de pronunciación entre el francés on (‘uno, alguien’) y homme (‘hombre’), pero su origen es también el sustantivo “hombre” (latín hominem). Esta forma de fosilización recibe entre los lingüistas el nombre de gramaticalización.
No queda claro cuál habría de ser, aplicando la lógica de la
visibilidad, la reacción de las mujeres alemanas o francesas ante estos
hechos, ni tampoco ante qué institución deberían presentar su protesta
por tener que aceptar tamaña injusticia sintáctica. Como es obvio, si no
se sienten discriminadas por estos fenómenos —como, en efecto, sucede—
es porque comprenden que los significados de las palabras se modifican
en su evolución, incluso aunque sus antiguos sentidos sean parcialmente
reconocibles en la actualidad. Si no hay discriminación en estos usos
es, simplemente, porque las etimologías no revelan el significado actual
de las palabras, y también porque la historia de cada lengua no es la
historia de las disposiciones normativas que sobre ella se hayan
dictado, sino la historia de un organismo vivo, sujeto a una compleja
combinación de factores, entre los que destacan los avatares de los
cambios sociales y las restricciones formales fijadas por el sistema
gramatical. Como es obvio, no existe institución ante la que haya que
manifestarse para exigir que el sustantivo sol, el nombre del astro rey, deje de ser masculino en español, a la vez que luna es femenino, y demandar que las cosas sean exactamente al revés, como sucede en alemán.
11. Se explica en AND-60
que “esta guía, más que mostrar pautas gramaticales […], es un intento
de iniciar pequeñas vías de reflexión en la ciudadanía”. Seguramente es
así, aun cuando el hecho de que la Junta de Andalucía explicara en su
momento que se multaría a los anunciantes que no respetaran en sus
textos las directrices lingüísticas de esa institución la convierte
quizá en algo más que “un intento de reflexión en la ciudadanía”. Las
páginas precedentes constituyen también un intento de mover a la
reflexión, pero en un sentido diferente. El propósito último de las
guías de lenguaje no sexista no puede ser más loable: contribuir a la
emancipación de la mujer y a que alcance su igualdad con el hombre en
todos los ámbitos del mundo profesional y laboral. Intuyo que somos
muchos —y muchas— los que pensamos que la verdadera lucha por la
igualdad consiste en tratar de que esta se extienda por completo en las
prácticas sociales y en la mentalidad de los ciudadanos. No creemos que
tenga sentido forzar las estructuras lingüísticas para que constituyan
un espejo de la realidad, impulsar políticas normativas que separen el
lenguaje oficial del real, ahondar en las etimologías para descartar el
uso actual de expresiones ya fosilizadas o pensar que las convenciones
gramaticales nos impiden expresar en libertad nuestros pensamientos o
interpretar los de los demás.
No deja de resultar inquietante que, desde dependencias oficiales de
universidades, comunidades autónomas, sindicatos y ayuntamientos, se
sugiera la conveniencia de extender —y es de suponer que de enseñar— un
conjunto de variantes lingüísticas que anulan distinciones sintácticas y
léxicas conocidas y que prescinden de los matices que encierran las
palabras con la intención de que perviva la absoluta visibilidad de la
distinción entre género y sexo. La enseñanza de la lengua a los jóvenes
constituye una tarea de vital importancia. Consiste, en buena medida, en
ayudarlos a descubrir sus sutilezas y comprender sus secretos. Se trata
de lograr que aprendan a usar el idioma para expresarse con corrección y
con rigor; de contribuir a que lo empleen para argumentar, desarrollar
sus pensamientos, defender sus ideas, luchar por sus derechos y
realizarse personal y profesionalmente. En plena igualdad, por supuesto.
AND
Guía sobre comunicación socioambiental con perspectiva de género. Consejería de Medio Ambiente, Junta de Andalucía, ISBN-978-84-96776-78-4, sin fecha.
CCOO
Guía para un uso del lenguaje no sexista en las relaciones laborales y en el ámbito sindical. Guía para delegadas y delegados. Secretaría confederal de la mujer de CCOO y Ministerio de Igualdad, Madrid, 2010.
GRAN
Guía de lenguaje no sexista. Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada, Universidad de Granada, sin fecha.MAL
Antonia M. Medina Guerra (coord.): Manual de lenguaje administrativo no sexista. Asociación
de estudios históricos sobre la mujer de la Universidad de Málaga y
Área de la mujer del Ayuntamiento de Málaga, 2002.
MUR
Guía de uso no sexista del lenguaje de la Universidad de Murcia. Unidad para la Igualdad entre mujeres y hombres, Universidad de Murcia, 2011.
UPM
Manual de lenguaje no sexista en la Universidad Politécnica de Madrid. Madrid, Unidad de Igualdad, Universidad Politécnica de Madrid, sin fecha.UGT
Guía sindical del lenguaje no sexista. Madrid, Secretaría de Igualdad, Unión General de Trabajadores, 2008.
VAL
Igualdad, lenguaje y Administración: propuestas para un uso no sexista del lenguaje. Conselleria de Bienestar Social, Generalitat Valenciana, 2009.
Este informe, redactado por Ignacio Bosque, ha
sido suscrito por todos los académicos numerarios y correspondientes que
asistieron al pleno de la Real Academia Española celebrado en Madrid el
jueves, 1 de marzo de 2012. A saber:
Académicos de número de la RAE
D. Pedro Álvarez de Miranda, D. Luis María Anson, D.
José Manuel Blecua, D. Ignacio Bosque, D. Juan Luis Cebrián, D. Luis
Mateo Díez, D. Antonio Fernández de Alba, D. Pedro García Barreno, D.
Eduardo García de Enterría, D. Juan Gil, D. Pere Gimferrer, D. Luis
Goytisolo, D. Salvador Gutiérrez Ordóñez, D.ª Carmen Iglesias, D. Emilio
Lledó, D. José María Merino, D. Francisco Nieva, D. José Antonio
Pascual, D. Arturo Pérez-Reverte, D. Álvaro Pombo, D.ª Soledad
Puértolas, D. Francisco Rodríguez Adrados, D.ª Margarita Salas, D.
Gregorio Salvador, D. José Manuel Sánchez Ron, D. Darío Villanueva.
Académicos correspondientes
D. Humberto López Morales (secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española)
D. Francisco Arellano (Academia Nicaragüense de la Lengua)
D.ª Norma Carricaburo (Academia Argentina de Letras)
D.ª Ana María Nafría (Academia Salvadoreña de la Lengua)
D. José Rodríguez (Academia Filipina de la Lengua Española)
D. Bernard Sesé (Francia)
D. Norio Shimizu (Japón).